El ayuno y la penitencia: Armas espirituales olvidadas que debemos recuperar

 El ayuno y la penitencia: Armas espirituales olvidadas que debemos recuperar

En la Iglesia de siempre, el ayuno y la penitencia eran prácticas fundamentales para la vida espiritual, armas poderosas que fortalecían el alma y ayudaban a vencer las pasiones desordenadas. Sin embargo, en la actualidad, estas disciplinas han sido prácticamente olvidadas, reemplazadas por una visión complaciente del cristianismo que evita cualquier sacrificio. No es casualidad que, conforme el ayuno y la penitencia han desaparecido, la fe se ha debilitado y la vida espiritual de muchos se ha vuelto tibia y sin fuerza. Es urgente recuperar estas prácticas esenciales para restaurar la verdadera vida cristiana.



1. El ayuno y la penitencia en la tradición de la Iglesia

Desde el Antiguo Testamento, el ayuno y la penitencia han sido medios de conversión y purificación. Moisés ayunó cuarenta días en el Sinaí (Éx 34,28), y el profeta Jonás predicó la conversión a Nínive, cuya gente se vistió de saco y ceniza, ayunando para aplacar la ira de Dios (Jon 3,5-10). Nuestro Señor Jesucristo mismo ayunó durante cuarenta días en el desierto antes de comenzar su ministerio público (Mt 4,2), dándonos el ejemplo de que el sacrificio es necesario para fortalecer el espíritu y vencer las tentaciones.

Los santos y doctores de la Iglesia siempre han enseñado que el ayuno es un medio privilegiado de crecimiento en la gracia. San Basilio decía: "El ayuno es el arma más poderosa contra el demonio", y Santo Tomás de Aquino afirmaba que el ayuno fortalece el alma, la libra de los apetitos desordenados y la dispone mejor para la oración y la vida contemplativa.

2. La pérdida del sentido del sacrificio en la Iglesia moderna

Hasta hace pocas décadas, la Iglesia imponía normas estrictas de ayuno y abstinencia. Se ayunaba en Adviento y, especialmente, en Cuaresma, se guardaba la abstinencia de carne todos los viernes del año y se ayunaba antes de recibir la Sagrada Comunión. Sin embargo, con el paso del tiempo, estas normas han sido reducidas al mínimo, eliminando casi por completo la disciplina penitencial de los fieles.

La excusa que se ha dado para suavizar estas prácticas es que la gente de hoy es "más débil" y que el ayuno no es necesario porque lo importante es la actitud interior. Sin embargo, esta visión ignora la enseñanza constante de la Iglesia: el sacrificio corporal es necesario porque el alma y el cuerpo están unidos, y cuando el cuerpo se somete a la disciplina, el alma se fortalece.

Como resultado de esta pérdida del sacrificio, hemos visto un catolicismo más cómodo, sin espíritu de lucha ni disposición para la conversión. El mundo moderno promueve el placer y la gratificación inmediata, mientras que la Cruz ha sido relegada a un símbolo decorativo en lugar de ser el centro de la vida cristiana.

3. La importancia del ayuno y la penitencia para la vida espiritual

El ayuno y la penitencia no son opcionales en la vida cristiana. Nuestro Señor lo dejó claro: "Si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente" (Lc 13,3).

Estos sacrificios nos ayudan en varios aspectos fundamentales:

  • Purifican el alma: Nos permiten desprendernos de las pasiones desordenadas y fortalecen nuestra voluntad para resistir la tentación.

  • Nos hacen más humildes: Al negarnos a nosotros mismos, reconocemos nuestra dependencia de Dios y su gracia.

  • Nos unen a Cristo crucificado: Nos asociamos al sufrimiento de Cristo y participamos en su obra redentora.

  • Tienen poder de intercesión: Como lo enseñaron los santos, el ayuno es una poderosa forma de oración que obtiene grandes gracias para nosotros y para los demás.

4. Cómo recuperar el ayuno y la penitencia en nuestra vida

Ante la crisis espiritual de nuestros tiempos, los fieles católicos deben tomar la iniciativa y restaurar estas prácticas, incluso si la jerarquía eclesial ya no las exige con el mismo rigor de antes. Algunas maneras concretas de hacerlo son:

  • Recuperar el ayuno tradicional: Ayunar todos los viernes del año en honor a la Pasión de Cristo, y no solo en Cuaresma. También se puede practicar el ayuno eucarístico tradicional, absteniéndose de alimentos desde la medianoche antes de comulgar.

  • Practicar la abstinencia de carne: No solo los viernes de Cuaresma, sino todos los viernes del año, como se hacía en la Iglesia antes de las reformas modernas.

  • Ofrecer sacrificios personales: Privarse de ciertos placeres lícitos (como el entretenimiento, la comodidad o ciertos alimentos) como acto de amor a Dios y de reparación por los pecados del mundo.

  • Realizar mortificaciones corporales: Siempre con prudencia y discernimiento, pequeñas renuncias voluntarias pueden ayudarnos a crecer en virtud y disciplina espiritual.

Conclusión

El cristianismo sin cruz no es cristianismo. El abandono del ayuno y la penitencia ha debilitado la vida espiritual de los fieles y ha contribuido a la crisis de fe en la Iglesia. Para recuperar la fuerza del catolicismo, es imprescindible volver a estas armas espirituales que los santos siempre practicaron y defendieron.

No se trata de simples prácticas externas, sino de actos que nos conforman con Cristo y nos ayudan a combatir el pecado en nuestras vidas. La Virgen de Fátima pidió penitencia y sacrificio para la salvación de las almas. Que no seamos católicos tibios ni mundanos, sino verdaderos discípulos de Cristo, dispuestos a negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle.

"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’" (Mt 16,24).

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