Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera

 Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera;

brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;
me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

(San Agustín)

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